Nos pasamos la vida encontrando maneras de huir de nosotros mismos: hay quien se droga y quien va mucho a correr. Quien se enamora en bucle y quien sigue una meticulosa rutina. Hay quien es muy del Barça y quien estudia libros de ajedrez. Quien mira telebasura y quien lee el New York Times…
Irónicamente, cuanto más lejos huimos, cuanto más taponamos nuestros sentidos y nuestra voz interior, más fuerte es el ruido, más intensa es la angustia.
Yo no tengo una receta mágica de vuelta a casa. Ni siquiera estoy segura de saber exactamente de qué huimos.
Pero puedo decir lo que sí sé, lo que he aprendido en el camino:
Los atajos no sirven para escapar de uno mismo. Tampoco los mapas.
Sentir es menos doloroso que no sentir. Para no-sentir la tristeza acabamos desarrollando toda clase de enfermedades.
No es posible amar a los otros sin amarse a uno mismo.
No es posible ser feliz sin amor.
Hay tres paradas (por lo menos) en la ruta de vuelta a Casa:
- Connectar con uno mismo.
- Aprender el arte de amar.
- Escuchar y atender la propia vocación.
Todo lo demás son parches a los que nos cojemos como a una tabla de madera flotando en el océano. Olvidando que podemos nadar.
Pingback: You get what you need |
Las cartas estan dadas…
Solo hay que saber jugarlas
Me gustaMe gusta