No mates al mensajero.

Si nuestra voz tuviera cuerpo, otro gallo cantaría. Si nuestra voz tuviera cuerpo, veríamos voces con sordinas, voces con pinchos, voces sin piernas…e iríamos corriendo al médico, o al terapeuta, o al sephora.

Pero la voz sólo la oímos. Y, en el caso de la propia, la oímos desde siempre y a cada instante (hasta cuando pensamos). Y de esta manera… ¡nos es tan similar al silencio! Como siempre ha estado ahí, no somos capaces de separarla, de hacerla consciente. Y, como pasa con todo aquello con lo que estamos habituadísimos, nos parece normal. En este caso, nos suena normal.

Pero no olvidemos que si los ojos son el espejo del alma, la voz es su mensajera.
A través de la voz suenan nuestras emociones…si las dejamos. Nuestra voz es nuestra identidad sonora. Nuestra voz anuncia nuestra presencia y reafirma nuestro derecho a estar.

Yo creo que un alma equilibrada se traduce en una voz equilibrada. ¿Qué le pasa a una voz que le faltan graves? ¿Qué le pasa a una que le faltan agudos? ¿Por qué algunas voces tienen tanto aire? ¿Por qué otras son estridentes…y otras suenan siempre tan flojito? ¿Por qué algunas voces se rompen y otras siempre suenan igual?

Para mi, todo esto refleja posturas existenciales, maneras en las que evitamos el contacto pleno con nuestras emociones, con los demás y con la vida -con el alma-. Y matamos al mensajero.80284571_2723972620981855_637947547062632448_o

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