No seas un buen cristiano

La culpa es una cosa pegajosa que se engancha a todo lo que hacemos o dejamos de hacer. Aún somos cristianos: llevamos las gafas de la culpa puestas. Vemos culpa por todas partes. Lo primero que hacemos es buscar culpables. Ni siquiera los cristianos sólo de nacimiento (o crecimiento), que nunca hemos dicho «amén», podemos escapar a esta programación mental.
Pero: ¿qué es «la culpa»? Vamos a hacer un poco de antología literaria. La culpa, tal y como ahora la entendemos, es un invento del cristianismo para justificar la existencia del mal en el mundo. Los teólogos cristianos se encontraron con un problema para explicar la realidad: si Dios es omnipotente e infinitamente bueno, y es nuestro creador, ¿cómo va a haber maldad en el mundo? Y resolvieron el problema introduciendo el famoso «libre albedrío»: Dios nos hizo libres, es decir, nos dio la libertad para elegir hacer el bien o el mal. Así nos cargaron el muerto a los hombres.
En resumen: la culpa sería algo así como el sentimiento de origen cristiano que los hombres sienten al actuar «con mala fe» (hacer el mal). Esto es el origen histórico del término. Actualmente, más neuróticos que creyentes, nos sentimos culpables por cualquier cosa: por todo lo que hacemos y por todo lo que dejamos de hacer. La culpa es casi un sentimiento vinculado a la mera existencia, al hecho de tener libertad y ejercerla.
Tenemos que soltar el lastre de la culpa, porque nos machacamos con algo que no es real, que no existe. La culpa es una interpretación de la realidad. Y, como interpretación, es pésima.
Quiero poner especial énfasi en el caso de los artistas, porque somos un colectivo que tiende a sentirse especialmente culpable por la visión que nuestra sociedad nos devuelve de nosotros mismos.
Nuestra cultura percibe el artista como a un vividor, alguien extravagante, lunático y casi seguro multi-adicto. Lo opuesto a un respetable «hombre de bien». No hace falta decir que si eres mujer, la cosa se pone aún más dramática.
Pero ser un «artista en la sombra» (término acuñado por Julia Cameron para referirse a los artistas que no han salido del armario) no absuelbe a nadie. El sentimiento de traición hacia uno mismo fermenta en culpa y además no le da el sol.
Así pues, y con esto os dejo iros en paz, mi consejo es: si vas a sentirte culpable de todos modos, tanto si decides ser artista como si decides no serlo, digo yo que mejor vivir con la culpa de hacer aquello que te hace feliz.
Feliz navidad!

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