El síndrome del impostor es algo terriblemente común. Y más, en el mundo del arte. Personalmente, conozco muy pocos cantantes que puedan decir “yo soy cantante” con la cabeza bien alta, sin sentirse un fraude. No importa el talento ni el éxito que tengan.
Todo esto me ha llevado a la sospecha de que alguna ventaja debe haber en sentirse un impostor. Algo sacaremos de ello, si nos aferramos tanto a seguir siendo «cantantes aficionados», «ineptos con suerte» o «esbozos de artista». Así que me he puesto a indagar un poco sobre qué puede haber detrás de este síndrome… y esto es lo que he encontrado.
Nuestra identidad es una narración. Un cuento que te contaban ya de pequeño, y que tú te has seguido contando cada noche antes de domir. Y nos aferramos mucho a este cuento, no porque necesariamente nos guste, sino porque sin él simplemente no somos nadie. Por eso, en gran parte, un proceso terapéutico consiste en re-narrar la vieja narración para poder sanarte. Pero es un proceso largo y, sobretodo, que haces acompañado de alguien que no se cree tu cuento.
Partiendo de esta idea, el complejo del impostor surge cuando creces como persona, profesional, etc. Cuando hay un cambio profundo en tu ser. Sospechas que ya no eres el de antes, pero cuesta mucho dejar atrás tu cuento, porque el nuevo cuento aún no te lo has contado lo suficiente. Entonces, se produce un vacío: no soy lo de antes, ni soy aún lo nuevo. Ergo, soy un impostor.
No se pueden sostener dos identidades al mismo tiempo. Para adoptar una nueva identidad (p.e. la de cantante profesional), primero tienes que destruir tu vieja identidad. Y eso, que «primero» toque matar al ego, es lo que nos da tanto miedo. Porque aún no tenemos un nueva nueva identidad formada. Requiere abrazar la incertidumbre. Perder el control.
Obviamente, tu ego se resiste a ello. Normal! ¿Y qué hace para poder sobrevivir? Pues busca “evidencias” de que tu naciente «yo» es un impostor. Desde que te levantas tu ego va en busca y captura de todos los «hechos» que pueda utilizar para reforzar tus viejas creencias sobre quién eres y desmontar las nuevas creencias con las que flirteas. Porque desde luego, «tú» no eres un cantante profesional. ¿Qué te has creído? «Tú» siempre has sido un aficionado, un mediocre, vamos. Si ni tu gato te escucha cuando cantas! (Hecho número uno del día anotado: me he puesto a cantar y mi gato se ha ido a otra habitación. A quién pretendo engañar!?).
Es una cuestión de ego sentirse impostor. Cuanto más grande es tu ego, más impostor te sientes. Porque más grande es la resistencia que tu viejo ego ofrece para sobrevivir.
¿Entonces, no es posible dejar de sentirte un impostor? ¿No podemos cambiar de identidad? Yo creo que sí que es posible si se hace una transformación progresiva y muy consciente. Utilizando una estrategia similar a la que usa tu «viejo» ego para resistir, pero en sentido contrario: incorporando nuevas creencias sobre quién eres, poco a poco, que suplanten a las viejas. Pero tienes que repetírtelas mucho!! Y buscar evidencias desde que te levantes. Porque hemos repetido muchas veces el “padre nuestro” de nuestra vieja identidad. Tenemos un gran apego a ella. Le tenemos cariño. Aunque ser eso sea una mierda. Es nuestra zona de confort. El mundo es previsible mientras seamos los que éramos.
Y, finalmente, la gran pregunta: si lo que creíamos ser era mentira, cómo sabemos que lo que ahora creemos ser es verdad? …porque no era mentira. Era otro estado de desarrollo de nuestro ser.
Al final, seguramente todos seremos buda.